Dermatólogos, nos explican que los síntomas más frecuentes son «sensación de picazón, hormigueo, tirantez o incluso, dolor. A veces, estos síntomas se traducen en signos clínicos leves y transitorios como enrojecimiento de la piel, xerosis, habones (ronchas) o descamación, pero en la mayoría de las ocasiones no se observa ningún signo de irritación cutánea».
Según los expertos dermatólogos «una piel sensible es la que va a sufrir una reacción exagerada ante la exposición a un estímulo que normalmente no afectaría de forma negativa a otros tipos de pieles. Estos estímulos pueden ser, por ejemplo, los cambios de temperatura, la contaminación, un agua demasiado dura o la utilización de cosmética no adecuada para ese tipo de piel».
Además, una piel sensible es también la que presenta patologías como la rosácea o la dermatitis atópica.
La piel sensible puede ser «un estado de la piel», y como tal, «cualquiera puede sufrirlo ante la exposición a determinados productos».